lunes, 27 de abril de 2009

POR QUE LOS ARBOLES EN BARRANQUILLA MUEREN DE PIE

“¿POR QUÉ LOS ÁRBOLES BARRANQUILLEROS MUEREN DE PIE?
Por: Efraín Leal Puccini, Biól-Ecól.
B.quilla, mayo 15 de 2006

Los territorios y montes que rodeaban a la antigua Kamachi con su varadero de canoas o barranca pequeña -su barranquilla-, se les vino a conocer posteriormente como Guaimaral por la predominancia del Guáimaros ( Poulsenia armata) en estos lares.

Para el año 1777 según censo poblacional ordenado por el rey español y ejecutado por Juan García Turín, corregidor y justicia del Partido de Tierradentro( hoy Departamento del Atlántico) , en la villa que se estaba gestando -que ya no era la Barranquilla de Kamachi, sino la Barranquilla de San Nicolás- entre 2.633 habitantes( total sin incluir el anexo de Sabanilla) eran predominantes los oficios de navegantes y comerciantes, como los labradores y trabajadores de la madera, que además de casas y muebles , construían bongos, botes y canoas con árboles cortados en los alrededores.

Que tan pronto se acabaron estos bosques- que hoy se llamarían del tipo, “de vega inundable”, luego estos sitios arbolados, ya talados, originarían las sabanas, aquellas nombradas en ciertas historias como las “sabanitas de camacho”.
Evolucionó la ciudad, que podría mas bien ser una involución; se fue trayendo flora de “postín” para ufanarnos de tener jardines floridos al buen estilo español o europeo; se desecharon nuestros nobles árboles, arbustos y matas que crecían lozanos “per se”, y que esplendorosamente florecían mecidos por las brisas del mar y del río.
Después de que se acabaron los grandes Ceibos, Cedros, Ébanos, Baranoas, Guáimaros, Balsos, Piñiques, Peregüetanos, Crestagallos, Caracolíes, Macondos, Macanas, Bijas, Dividivis, Majaguas, Calabazuelos, Malambos; nos invadieron entre otras más cosas: pinos, araucarias, robles, guaduas, bambúes, palmeras de abanico, coqueras, arecas, reales, “laureles”, eucaliptos, Acacias –entre ellas la “Lluvia de oro” -árbol insignia de Barranquilla-, como extranjera es también, nuestra vanagloriada Cayena o “Arrebata Macho”.

Se presumía que la urbe iba a crecer equilibrada, armónica, pero que ha acontecido... que ni los relictos verdes se han respetado; se han mutilado inmisericordemente los bosques ribereños, riparios o de “Galería” en orillas de lagunas (ahora dársenas), caños correspondientes al gran Tamána Nicenle-krisne bautizado por Rodrigo de Bastidas como de la Magdalena.

Se han urbanizado sitios que eran y deberían ser los pulmones verdes para el solaz de los ciudadanos, áreas como la que arrancando desde el hoy Parque Santander hasta el río, franja de casi quinientos metros de ancho. Se ha intervenido malamente – ecocidio- en las laderas del occidente a sabiendas de que solo la capa vegetal y la arboleda es la que permite la permanencia y conservación de estos suelos y no cualquier estructura de mampostería (ceguera de conocimiento y planificación integral).

Las áreas de cesión que deben aportar los urbanizadores para áreas verdes y de parques y las legadas al municipio por familias patricias barranquilleras primero son canchas deportivas que después e inexplicablemente terminan emparedilladas o cerradas al público y posteriormente edificadas por particulares; por ejemplo... solo en el primigenio barrio la Concepción : Cancha San Pacho, Cancha del Vivero -al lado de la Santísima Trinidad-, Cancha de Remaches y hoy, corriendo inminente peligro, el área del zoológico- .No solo las áreas libres han sufrido ésta depredación, hasta calles arenosas como la Calle 78, en este antiquísimo sector donde se construyó la primera urbanización como tal, la Urbanización y después, Barrio Bellavista.

Se caen los árboles, aquellos por viejos… otros por envenenamiento u otra forma de arboricidio ya que nuestra mala gente se las ingenia para destruir estos invalorables seres, tripulantes, junto con los animales, y el ser humano ( léase, coevolución) de esta nave llamada Tierra; que viven interactuando benéficamente con alta eficiencia productiva para descontaminar nuestro enrarecido aire citadino, convirtiendo, por magia natural, los mortíferos gases, anhídrido carbónico y monóxido de carbono, en el vivificante e irremplazable, Oxigeno, molécula que alimenta nuestra sangre y todas las células del cuerpo.
Se ha demostrado que la temperatura bajo la sombra de un árbol es hasta 2 grados centígrados menor que la registrada fuera de él.
Falta de cuidados, podas drásticas, podas sin cicatrizantes, “haraquiris” o cortes de franela, echarles ácido y aceite quemado en sus raíces, clavarles letreros, rodearlos con alambres de púas, sembrarlos donde no se debe, aprisionarlos de cemento o de ladrillo, cortarles las raíces, tallarles nombres y corazones en la corteza, talarlos; son todos estos actos, por los que los árboles barranquilleros están muriendo de pie, como torturados y valientes gigantes.
Si no hacemos nada por nuestros hermanos árboles, mejor sería, ubicarnos debajo de ellos, para que nos lleven en su moribunda caída.

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