miércoles, 12 de noviembre de 2008

BAJO EL IMPERIO DEL RUIDO

“Bajo el Imperio del ruido”
“ Carta desde las folclóricas tierras del Picó y la estridencia de todo aparato para ensordecer”.
Por: Efrain Q.I. Leal P. : querubin.imperio@gmail.com

Conversemos un poco sobre el fenómeno altisonante de estos últimos años en la ciudad, la venta de verduras y frutas en carros de mula, caballos y burros que con amplificadores de sonido circulan por toda la ciudad. Excluiremos hoy del análisis, no sin mencionar los otros sonidos de esta nuestra “ Curramba” , aquellos generados fuera y dentro de los buses, taxis y autos privados( pitos, cornetas, tubos de escape, sirenas, frenos, cierra-puertas, radio-casseteras, bafles, ventiladores, hasta canarios trinadores, etcétera); también, los anuncios y música a alto volumen de almacenes, cafés, cafeterías y bares; lo mismo que de las ruidosas y madrugadoras compactadoras de basura, igual de las barredoras de calles.

Estos elementos ruidosos podrán ser uno de los tantos bumeranes ecológicos que tiene que arrostrar el hombre moderno que se supraconcentra en el atrafagado espacio citadino; forrado de concreto, metales y cristales; que en el caso colombiano crece de forma inercica, sobre todo aquí en el Karibe, por ejemplo: nuestra “Barranquilla de Kamach”, con Planes de Ordenamiento que se mueven como veleta, ya no por los vientos Alisios del Noreste -que le marcarían una sola dirección- sino a barlovento de los intereses económicos del momento y las brisas politiqueras sincrónicas a los diferentes periodos de gobierno municipal; y desafortunadamente los buenos y efectivos planes que encausan la calidad de vida en las ciudades, se formulan y desarrollan para más de tres años.

En Barranquilla se vino entronizando la foránea costumbre del “culebrero” que orondamente tecnificado con un megáfono publicitaban en el mercado la “Pomada para la pecueca” y el menjurje que desparasita al pela’o barrigón. Ese proceder fue copiado por nuestros folclóricos y dicharacheros vendedores de frutas y verduras. Se armaron de la bocina estridente y su fuente de energía: una batería de carro; y regóse como verdolaga en playa esta malsana actitud ante la mirada impávida de conciudadanos y autoridades.
Se abrió también la mediana empresa de alquiler de los ruidosos aparatos; se montó el cartel del perifoneo en la guapachosa urbe, que recibe a todos y acoge todo -por ello es el “Mejor Vividero del Mundo”- pero que por este peculiar “laisser faire, laisser-passer” puede llegar a ser el “Mejor Moridero del Mundo”.
Es tal el ruido y el número de estas carretas sonorizadas que de seguro pierde capacidad auditiva el perifonista, el pobre animal que la arrastra y todo humano en un radio de 50 metros a la redonda. No solo circulan los días laborales, sino también los dedicados al descanso -domingos y feriados- desde bien temprano hasta en horas de la noche. Pasan con su estridente vocerío por clínicas, hospitales y sitios de silencio.

Será que ya no rigen las normas de sana convivencia en este sentido: ¿ “Que hubo de la Ley 99 de 1993, del Decreto 948 de 1995, las otras que hablan sobre la salud auditiva y sus secuelas(nerviosismo, disritmias, impotencia y frigidez); y que del nuevo Código del Tránsito sobre la circulación de estos vehículos?; y las normas sobre protección animal ?

No nos dice, entre sus muchos articulados el D. 948, pero sobre todo en sus artículos 44 y 50: que está terminantemente prohibido la Promoción de ventas y servicios con altoparlantes o amplificadores en zonas o vías públicas o instalados en zonas privadas que generando ruidos, estos trasciendan al medio ambiente.
Se dirá, que como en otros asuntos colombianos, las leyes no son coyunturales con la situación socioeconómica actual; que los índices de desempleo son altos, que la industria y el comercio están deprimidos y por lo tanto, al frenar estos abusos aplicando las normas, se estaría coartando el derecho al trabajo; pero es que existen otras muchas formas de promocionar y vender; lo que habría que hacer sería: concertar, adaptar, capacitar, enmarcándose en una sana convivencia y libertad al derecho de comerciar, respetando el derecho a un ambiente sano.

Por otro lado registramos que uno de los elementos más significativos de esta original urbe, es su sonido; se dice que el ente Caribeño es un ser vibracional, en esencia musical; posee un ritmo propio y sus mujeres una cadencia especial al moverse. Que en otras épocas se nos distinguía por escuchar la música a volúmenes no ordinarios -queríamos que todos oyeran la música que nos gustaba- con unos bajos que obligaban, aunque uno no quisiera, a moverse sincopados al son que nos tocaban; existen muchos ejemplos en familias costeñas donde los nenes aprendieron primero a bailar antes que a caminar. Recuerdo a mi sobrino “ Carrapicho”, que gateando se paraba por breves momentos para agitar hombros, caderas y piernas al ritmo antillano y luego volvía al piso. Sí... somos sonoros, musicales... más no ruidosos, es que ...“ es bueno el Cilantro pero... no tanto”.
Por todo lo anterior se le pide a las autoridades correspondientes implementar las estrategias para ponerle cortapisa a este "mare magnum" de sonoridad caótica y dañina; a los buenos y conscientes conciudadanos a ejercer el derecho de boicot (ecotaje) no comprándoles a aquellos que con sus equipos amplificadores nos hacen daño.

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